Claro, alguno me dirá que gente como Einstein, Newton, Bethoven, Ghandi; cambiaron el mundo y se les recuerda años o siglos después de su muerte. Que aportaron algo. Que son el ejemplo a aspirar. Aaaajam. Ahora no me veis la cara, pero estoy levantando una ceja al más puro estilo "¿qué me estás contando?". Yo no niego que haya una lista jugosa de tíos (y tías) que se lo curraron y cuyos nombres se recordarán durante muchísimo tiempo. Pero es un hecho objetivo que, toda esa larga lista de personas célebres que "hicieron algo", es una fracción infinitesimal de la totalidad de seres humanos que han vivido, viven o vivirán. Es así. Tu abuelo era un señor muy majo y al que querías mucho, que te enseñó a cultivar patatas y te regaló tu primer reloj. Y, sin embargo, tus bis-nietos no tendrán ni pajolera idea de quien era ese señor tan majo y tan importante para ti. Y esto ha pasado con miles de millones de seres humanos anónimos a lo largo de la historia. Así que la única conclusión lógica es que, efectivamente, en polvo nos convertiremos.
Pues me van a disculpar ustedes pero, ¡no me da la gana!
Decía hace dos años y mucho, en esa magnérrima ida de pinza que he linkado más arriba, que veía algún sentido y esperanza para la vida. Hoy vengo aquí a explayarme un poco sobre esto, ya que la última vez me quedé corto. Y ya que estamos, ¿a santo de qué viene Hinuden a tocarnos las narices con una de sus idas de pinza megalíticas, infumables e intrascendentes? Pues, para empezar, porque el blog es mío y escribo lo que quiero y cuando quiero, ¡ea! Pero, además y como viene siendo normal, porque hoy estoy especialmente reflexivo; esta vez, a causa de haber metido la pezuña hasta la cruz (sí, tengo cruz, como los asnos. Problem??). Pero luego llegaré a eso.
Decía que decía que le veo sentido y esperanza a la vida. Sentido, porque sigo pensando que la principal, la más importante y la más provechosa actividad a la que se puede dedicar el ser humano (una vez tenga tiempo para dedicarse a algo que no sea sobrevivir) es a aprender. Aprender a ser humano, aprender a relacionarse, a ser persona y no sólo cosa. Porque a nadie (y este es un "nadie" inclusivo y absoluto) le dieron un manual de instrucciones cuando nació. La vida no viene con un tutorial que te dice qué hacer y qué no, cuándo y cómo. Así que esto es un aprendizaje/reciclaje constante: aprender o erosionarse.
En cuanto a la esperanza, considero que el mayor logro que una persona puede esperar alcanzar es el de ser parte activa en el aprendizaje de los que la rodean. Y no, no estoy hablando de grandes ideas políticas o de pensamientos trascendentales. Las tesis que avalaban las ideas de monarquía absoluta o de la legitimidad del esclavismo ya murieron. Y fueron ideas que perduraron siglos y cambiaron el mundo. Pero hasta esas pasaron. Yo hablo de algo más cotidiano, más de tú a tú; y también más duradero. Porque, más allá del hecho biológico de la reproducción, la única forma de perpetuarse a uno mismo es darse a conocer a sus amigos. Metafóricamente, cuando uno se abre a un amigo está depositando parte de su ADN mental en el otro. Todos nosotros, todos los días, aprendemos truquitos nuevos, copiamos frases o vemos algún asunto desde otro prisma; y todo gracias a relacionarnos con gente que también lleva lo suyo aprendido. Y al participar en ese aprendizaje colectivo, uno esparce su propio yo en decenas de personas que, a su vez, transmitirán sus propios yo a otras personas. Pero esos, ya no serán yo desligados de uno. Porque, al tocarlos, uno ha aportado parte de sí mismo a ese otro. Así, de un modo inconsciente y anónimo, cada uno de los seres humanos deja una huella imperecedera en toda la humanidad mediante el método de ser un buen amigo.
Esta tarde, yo he aprendido una lección valiosa gracias a la persona a la que citaba al principio. Y, como no podía ser de otra manera en mi, he aprendido por las malas.
En el transcurso de la conversación, ha salido un dato sobre mi que no le había dicho. Un dato entristecedor para ambos y que, cuando se haga efectivo, supondrá un cambio importante en nuestra relación. Y no se lo había dicho (ni se lo pensaba decir) porque tengo el maldito defecto de guardarme mis marrones y comérmelos sólo.
Como podéis imaginar, se ha puesto triste. Pero más allá de la tristeza lógica ante un hecho amargo e insalvable, he notado (¡qué cojones! Me lo ha dicho bien claro) que le ha molestado sobremanera el que no se lo hubiera dicho antes y no pensara decírselo. Y yo, que soy un n00b para muchos temas de relaciones inter-personas, me he quedado aturdido y sin comprender. Sabía a ciencia cierta que había hecho algo mal, pero no sabía exactamente el qué. Pero lo más grave, más allá de la confusión, lo que me ha hecho sentirme como una mierda ha sido saber que le había hecho daño (mucho) sin la más mínima intención de hacérselo.
La sangre no ha llegado al río y nos hemos despedido de buenas (bueno, dejémoslo en armisticio). Así que, cuando he llegado a casa, he hecho lo que siempre hago cuando meto la pezuña en algo: he recordado, estudiado, analizado, fumado y hablado en voz alta conmigo mismo poniendo varias voces. Al final lo he entendido (lento yo, pero cabezón) y... digamos que la frente me duele bastante y la pared tiene dos nuevos huecos.
Creo que el motivo por el cual esa persona a la que quiero se ha sentido tan molesta, es que no la he tenido en cuenta. Tomamos café, nos hablamos por whatsapp y facebook, nos contamos mil cosas; pero, a la hora de la verdad, cuando el asunto es "realmente" importante, no la he contado entre mis "de confianza". No la he tratado como la persona realmente importante en mi vida que en verdad es; sino que la he relegado a un segundo plano, siendo mezquino al regatearle partes de mi mismo, como si no mereciera mi confianza o no se la tuviera. En otras palabras: la he excluido.
Ahora me siento muy mal conmigo mismo. Sobre todo con mi subconsciente. Porque, si lo pienso de modo consciente, JAMÁS habría querido ni quiero ni creo que quiera nunca excluir a esta persona de mi vida. Y, sin embargo, es justo lo que hoy he hecho.
La próxima vez que la vea sé que querré disculparme. Pero, lo más importante, sabré exactamente porqué debo hacerlo.
No hagáis como yo. No seáis mezquinos con vuestros amigos.